Julián del Casal describió a la poetisa cubana Juana Borrero Pierra como la bella adolescente condenada a morir temprano.

Su vida fue historia apasionante concentrada en la brevedad de diecisiete años; autora de hermosos sonetos como Apolo y Esperad, considerados entre los mejores de nuestra literatura, dejó como testamento el poema Última Rima, escrito para Carlos Pío Uhrbach, su gran amor.

Marchó al exilio en enero de mil 896 por imperativos del padre, poeta y mambí de la Guerra de los Diez Años, asediado por la agresividad española; en Nueva York conoció a José Martí, quien quedó impresionado por su precocidad literaria.

Dos meses después, el 9 de marzo, murió de tifus Juana Borrero, la niña musa del movimiento modernista cubano y una de las de vanguardia de nuestra poesía de fin de siglo español, como la definiera el ensayista Cintio Vitier.

Así pensaba La Borero

En las letras cubanas quizás no exista epistolario amoroso más extenso que el de los apasionados poetas Carlos Pío Uhrbach y Juana Borrero, a quien llamaron La niña musa.

Dueña de un espíritu atrevido para su época, anotó en su diario acerca del mambí a quien amó: “No sé por qué me atrae con su semblante enigmático y triste. Vuelvo a leer sus estrofas.

Enclaustrado… ¿será sincero? ¡Oh Dios mío así es el hombre que yo he soñado!” Sobre el matrimonio, reflexiona que la sociedad exige que, para obtener lícitamente la dicha inmensa de estar junto a Carlos, es necesario legalizar, formalizar y consagrar con la fórmula fría, ceremoniosa y superflua la unión de dos existencias.

Más adelante, con ímpetu Juana Borrero declara que se cumplan sus estúpidas farsas: “Yo soy tuya, tuya sin remedio como tú eres mío, mío hace tiempo… ¿No están ya desposadas nuestras almas?”

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