La Habana, Cuba. El Día de Navidad, un catarro mal cuidado obligó a permanecer en cama al poeta francés Paul Verlaine; después vino una neumonía y la muerte, el 8 de febrero de 1896 sin amigos que consolaran el mundo triste donde vivió los últimos años.

Y es que el elegido poco antes como Príncipe de los Poetas, sobrevivía en París gracias a la buena disposición de conocidos y a un pequeño subsidio que le diera el Ministerio de Instrucción Pública de Francia.

Tanta era la miseria de los últimos tiempos, que Paul Marie Verlaine, en respuesta a un amigo que le preguntaba la dirección de su domicilio, respondió: “No resido. Alquilo un techo en la noche”.

Del poeta francés perteneciente al movimiento simbolista son las obras Romanzas sin palabras, Amor, Mis hospitales y Antaño y hogaño, este último marcando su retorno a la vanguardia literaria francesa.

Verlaine

Paul Verlaine fue maestro del decadentismo, precursor del simbolismo, único poeta francés digno del epíteto de impresionista y, junto con Víctor Hugo, el mayor poeta lírico galo del siglo XIX.

Sus versos poseen sonoridad discreta, ritmo fluido y sintaxis libre; por momentos, cada pieza parece nacida de una voz interior, sobrecogedora y humana, donde se dan la mano, encaran y fluyen pensamientos contradictorios.

En nuestro ámbito, el modernismo requiriere de su referencia y la obra de poetas como Rubén Darío, José Martí y Pablo Neruda de alguna forma son resultado de la del poeta francés.

Cuando el coche fúnebre con Paul Verlaine pasó ante la estatua de la Poesía, en París, esta perdió un brazo y rompió la lira que retenía; y en la II Guerra Mundial, Canción de otoño fue la contraseña de los aliados para avisar a la resistencia francesa del desembarco en Normandía