La Habana, Cuba. – Como Quijote contra molinos de viento, el poeta guantanamero Regino Boti Barreiro alzó su adarga para combatir los versos de oropel que se multiplicaban en el ámbito nacional de principios del siglo XX.

A su talento se debe, en buena parte, la actualización de la lírica cubana, al entregar una obra caracterizada por la expresión escueta y precisa, sin por ello dejar de transmitir calor humano.

Autor prolífico, ahí están su poesía, diario y escritos sobre temas históricos; también, el epistolario con José Manuel Poveda, Juan Marinello y Nicolás Guillén, la compilación de cantos populares, y que obras del nicaragüense Rubén Darío hayan visto la luz en Cuba.

Regino Boti, fallecido el 5 de agosto de 1958, a los 80 años, fue intelectual incomprendido en su momento; él apuntaría en uno de sus versos: “Hago arte en silencio”.

Pinturas de Boti

Entre los intelectuales cubanos que han asumido varias formas creativas está Regino Boti Barreiro, quien al igual que Marcelo Pogolotti, Carlos Enríquez y Fayad Jamís, unió la palabra escrita y el arte del pincel.

En él hay un regusto por la observación y lo descriptivo, con apegos técnicos a la académico y tradicional; “la aldea”, como llamó a su Guantánamo natal, aparece con frecuencia en los lienzos.

Este creador integró las academias cubanas de la Historia y de la Lengua y la Hispanoamericana de las Ciencias y las Artes, de Cádiz, y formó parte de la trilogía José Manuel Poveda-Regino Boti-Agustín Acosta, catalogada como la de los poetas del primer renacimiento lírico de la República.

Regino Boti Barreiro se tituló de Doctor en Derecho Civil, en la Universidad de La Habana y, a los 64 años, se graduó de Doctor en Filosofía y Letras.