La Habana, Cuba.-  Corría el primer año del triunfo revolucionario cuando nuestro Comandante en Jefe, al frente del proceso transformador firmaba la Ley de Reforma Agraria que marcaría para siempre la agricultura de nuestro país.

El fin del latifundio, y el reparto de las tierras a los que la trabajaban, significó una revolución dentro de la revolución. Miles de campesinos fueron beneficiados por esta ley y numerosas haciendas de todo tipo pasaron a la administración del Gobierno Revolucionario.

Todo ello trajo como consecuencia que el Estado tuviera que asumir, sin prácticamente especialistas, la siembra de alimentos, la ganadería y, sobre todo, el cultivo de la caña de azúcar en medio de una creciente hostilidad por parte de los Estados Unidos.

La alimentación del pueblo se convirtió en una prioridad para la naciente Revolución y Fidel comprendió que solo con la aplicación de la ciencia y la técnica se podía lograr ese empeño.

La agricultura prioridad de la Revolución

El Comandante en Jefe tuvo como una prioridad la alimentación del pueblo, sobre todo lograr nuestra soberanía alimentaria.  La formación de técnicos, la fundación de Institutos de investigaciones y la introducción de nuevas variedades de cultivos y razas ganaderas formaron parte de la obra emprendida.

La creación de infraestructuras que garantizaran el incremento en la producción de alimentos como presas, canales y la incorporación de regadíos dieron como resultado un incremento de las producciones.

La llegada del Período especial marcó un punto de inflexión en el devenir de nuestro país, pero cuando todo parecía venirse abajo, Fidel con su impronta dio un nuevo impulso a la agricultura cubana al adoptarla a las nuevas condiciones que impuso la vida y ahí está su obra intangible, pese a las amenazas y críticas de los enemigos de la Revolución.