La Habana, Cuba. – ¡No!, el macho no es el culpable de que suframos el dengue. ¡Es la hembra! Esa zancuda de patas y abdomen con rayas blancas es la responsable de trasmitir las enfermedades, que pueden llevar a la muerte.

Ella es la que nos pica con esos estiletes que tiene en la cabeza, inyectándonos su saliva que trasmite el virus. Silenciosa en el vuelo, ataca en presencia de iluminación, o sea, por el día hasta el atardecer, y suele elegir para ello nuestras extremidades inferiores o la espalda.

Pero el principal motivo para enterrarnos los aguijones es succionar sangre, con la que no solo se alimenta ella, sino también de la que extrae el aminoácido isoleucina, con el cual madura sus huevos.

Una, dos, tres y cuantas veces precise, la hembra del mosquito Aedes aegypti nos picará, hasta llenarse de la cantidad de sangre que necesite para sus objetivos reproductivos. 

Con igual saña

En un primer y único apareamiento con el macho, la hembra del mosquito Aedes aegypti quedará fecundada.

A pocos días de la fértil unión, ella iniciará sus puestas, que realiza en varios depósitos de agua, hasta un total entre 100 y 300 huevos. Al cabo de 11 días, estos ya habrán transitado a larvas, luego a pupas y finalmente al insecto adulto.

Mas, ahí no concluye la hembra su tarea, e iniciará de nuevo su agresivo vuelo para cumplir su función reproductora de tres a cuatro veces más en su vida. Y en solo unos días la población de mosquitos habrá aumentado en cientos de nuevos individuos. Depósitos de aguas limpias y tranquilas escoge la hembra del Aedes aegypti para poner sus huevos.

Eliminarlos con la misma saña con que ella nos agrede, estaremos garantizando salud, al evitar que nuevas hembras repitan su duelo a muerte con nuestras vidas.

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