Todo empezó con el delicioso olor a melao de caña dentro de un terreno de pelota. Tras la desaparición del béisbol profesional en la Isla y en medio del nacimiento de las series nacionales, Martín Díhigo organizó la primera liga azucarera de este deporte.

Corrían los primeros años de la década del 60 del pasado siglo y la final se jugó en el estadio del Cerro, hoy Latinoamericano. La idea prendió enseguida, pero NO hubo regularidad en su ejecución.

Dos décadas más tarde, y en cumplimiento de orientaciones del entonces Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro, el béisbol más dulce de Cuba tendría, por fin, un campeonato con la calidad que merecían y reclamaban los trabajadores del sector.

Los 156 centrales existentes entonces dieron vida a la fiesta por excelencia de los bateyes hasta el día de hoy.

Historia viva

La liga azucarera de béisbol agrupó en sus inicios a jugadores estrellas de nuestras series nacionales y equipos Cuba como Rolando Valdés, Vicente Díaz y Lázaro Santana.

En ella también se iniciaron otros que al poco tiempo serían estrellas del alto rendimiento, José Antonio Hoyos, Rafael Fons y Yuniesky Maya. Durante 40 ediciones, la justa ha movilizado a miles de personas y cientos de equipos que disfrutan y juegan desde la etapa de base hasta la discusión del título nacional, en los respectivos torneos municipales, provinciales y zonales.

Conscientes del espectáculo recreativo que representa, los organizadores no se cruzan de brazos y tras ganar aspectos tan importantes como el uniforme de los conjuntos, terrenos propios y arbitraje de primera línea siguen enfrascados en mejorar por temporadas la liga más dulce de Cuba.