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La Habana, Cuba. – Desde que la insigne y valiente camagüeyana Ana Betancourt alzara su voz en la tribuna de la Asamblea Constituyente reunida en Guáimaro en 1869 para reclamar públicamente los derechos de la mujer, hasta hoy día, las cubanas han sido un factor de primer orden en las luchas históricas de nuestro pueblo.

Sobran ejemplos de su coraje y valentía, entrega y patriotismo, demostrando la veracidad del apotegma martiano que dice: Las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de las mujeres.

No han sido pocas las voces femeninas que se han alzado en busca de oídos receptivos y que, hombro con hombro, han sabido combatir junto a nuestros libertadores de todas las épocas, convertidas en simiente de cuanto fruto hermoso da la vida.

Enaltecedoras de la condición humana

Hoy, que se han cumplido en Cuba los sueños de Ana Betancourt, encontramos a la mujer en cada conquista de la Revolución, abriéndose paso entre vicisitudes y triunfos, feliz de los éxitos alcanzados en la forja de la patria nueva. Tal como lo hicieran en los primeros años milicianas y alfabetizadoras.

Mujer de tiempos heroicos y difíciles, partícipe activa de cuanto hacemos.

En nuestra nación habitan hoy muchas Marianas, Bernarda, Adela, Melba, Haydée, Celia. La hazaña de las féminas cubanas se multiplica en los barrios y las misiones de Venezuela, en las doctoras y enfermeras de la Brigada Henry Reeve, en las cooperantes de todos los sectores que en varios países ejercitan sin fronteras la solidaridad, y también en la mano científica detrás de la batalla contra la pandemia.

Honrarlas a todas es merecer la virtud.