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La Habana, Cuba. – Amigos, en las noches de lunes, miércoles y viernes, estamos disfrutando de la telenovela cubana Los hijos de Pandora, con la paternidad responsable como una de las temáticas principales.

Y una de las actuaciones que más comentarios genera es la del joven Rodrigo Gil Echenique, a quien ya vimos en la polémica propuesta El rostro de los días, con dirección general de Noemí Cartaya.

En aquel personaje de Saúl, Gil mostró a un adolescente bastante maduro para su corta edad que le daba mucha importancia a la comunicación en la familia, incluso ante estructuras disfuncionales.

 

Con independencia del diseño de aquel rol, tal vez para la construcción del mismo echó mano a alguna que otra experiencia de sus padres, especialistas en Psiquiatría y Psicopedagogía, a quienes admira mucho. De hecho, afirma que el teatro lo salvó de convertirse en psiquiatra como su papá.

Comienzos en su Guanabacoa

Hermano de la joven dramaturga Laura Liz Gil, Rodrigo hizo sus primeros pininos en Teatro de la Villa, de su natal Guanabacoa, bajo la dirección de Tomás Hernández.

Por aquel entonces, con diez años, se convirtió en el protagonista de la obra Para subir al cielo, montada por Doris Vargas. Fue lo que más amó y definió el camino a seguir.

Años más tarde, para ingresar a la Escuela Nacional de Arte (ENA), tomó clases con Masiel Dueñas y por último con Arnaldo Galbán, logrando aprobar los exámenes de aptitud en el tercer intento.

Reconoce que no es de los alumnos aventajados, a los que todo le sale bien a la primera; sin embargo, eso lo ha llevado a ser un perfeccionista en su trabajo, a esforzarse mucho más, lo cual agradece.

Su paso por los Talleres Vocacionales de Lizt Alfonso Dance Cuba le dieron la soltura que hoy luce en su movimiento escénico.

Atento a todo

Rodrigo Gil considera la actuación una carrera que exige sacrificio a nivel personal y entrega total. Agradece a profesores como Yaremis Pérez, Claudia Álvarez, Yazmín Gómez, Yanier Palmero, y Yailín Coppola, las enseñanzas y apoyo durante su estancia en la ENA.

Lleva consigo la máxima de su profe Carlos Díaz de que un actor debe estar lleno de traumas y si no los tiene, se los debe procurar, inventar.

De eso va la actuación –dice-; el actor debe estar creando situaciones, buscando, permanecer atento a lo que le ocurre a diario o sucede a su alrededor; aprender a estudiarse a sí mismo, ser un espectador de su propia vida. También es esencial leer mucho, ver teatro, cine, televisión; disfrutar de una exposición de artes visuales o de un performance, de la danza toda. Observar y observar, precisa.

Directo pero divertido

En Los hijos de Pandora, Rodrigo Gil nos muestra una actuación más madura.

Su personaje de Raidel, con lenguaje directo y sin muchos miramientos para soltar lo que piensa, no deja de encantar y divertir, sobre todo, cuando interactúa con Paula Alí -la abuela Petra- que crió sola a los cuatro hermanos.

Raidel, al saberse padre, busca asumir la responsabilidad como tal, aun sin ninguna experiencia, quizás por la triste huella que dejó su progenitor cuando los abandonó.

Es un personaje lleno de matices, de contradicciones, que hasta ahora Rodrigo nos muestra sin desbordamientos, como le enseñara su profe Fernando Hechavarría.

Es una pena que algunos parlamentos de la novela no se escuchen con claridad, pues “llueve sobre mojado” el problema con el audio