Creo habían transcurrido unas 8 horas en aquel avión sobre el océano Atlántico cuando avisaron el momento de la escala. Por fin íbamos a pisar tierra firme y liberar un poco la tensión que impone un vuelo tan largo, máxime si era la primera vez como en mi caso.

Fui de las primeras en salir: Ya estaba en África, aunque no en mi destino final. Era el aeropuerto de la Isla de Sal en la República de Cabo Verde. Primero me sorprende una brisa muy fuerte, ese fue el saludo, después la oscuridad de una fría noche.

Nada significativo en aquel aeropuerto donde apenas vimos algún alma además de los cubanos que cubrimos el vuelo. Regreso al avión y otras tantas horas que sumarían 14 nos separaban del destino final: Entonces llegamos a Luanda.

Angola era un país en guerra y todo tan diferente a lo que es hoy y a lo que yo había vivido… Uniformados por toda aquella ciudad superpoblada, mujeres ataviadas con sus ropas tradicionales: el niño a la espalda y un bulto de cualquier tamaño sobre la cabeza, olores fuertes muchas veces desagradables, calles destruidas, edificios en iguales condiciones, barrios marginales, candongas, personas mutiladas por aquella conflagración.

Pero prefiero hoy Día África recordar la belleza de esa tierra, y empiezo por Luanda, la capital y su ciudad más importante, la cual se destaca por sus monumentos, y por el Museo Nacional de Antropología.

Dicha localidad cuenta, además, con el punto turístico más relevante del país: la Isla de Mussulo, a la que se puede llegar en barco o lancha.

De Luanda me atrapó la Avenida 4 de Febrero, conocida simplemente como Marginal, donde se muestra el contraste entre la belleza natural de la Bahía de Luanda y los modernos edificios que la rodean.

También la Isla de Luanda, ubicada a la entrada de la bahía de esta ciudad, la cual cuenta con hermosas playas de arena blanca y aguas cristalinas, adornadas de palmeras.

Tuve la suerte de conocer la ciudad de Huila, donde fabricaban hermosas velas y ver pasear por sus calles a las bellas muimuilas.

Llegar hasta la Sierra de la Leba, la cual separa a Huila de Namibe es todo un regalo. Este lugar seduce al más exigente. Con el miradero, el paisaje, la cascada …. Se destaca por la carretera en zigzag dibujada en la orilla, una verdadera obra de arte de 20 kilómetros, con 19 curvas espectaculares.

Finalizo en el desierto de Namibia, el cual está dividido en una zona de dunas y arenas movedizas. Aquí se encuentran fácilmente cementerios ancestrales a través de las dunas, o construcciones de la época colonial abandonados y cubiertos por la arena.

A pesar de que es un desierto, la flora es uno de sus puntos fuertes y allí vi la Welwitschia mirabilis, una planta endémica, única en el mundo. En el desierto de Namibia han sido encontrados ejemplares de esta planta con más de 2.000 años.

La cultura de las tribus del desierto de Namibia, dependen del pastoreo, con sus hábitos y formas de vida, algunas de las cuales se mantienen desde la época de sus antepasados.

Tuve la suerte de saludar a 3 mucubales durante mi recorrido por el desierto y fue como viajar en el tiempo. Guardo desde entonces una foto de aquel día y siempre que la miro imagino haber viajado en el tiempo y encontrarme con su pueblo durante un safari.

En fin, para nadie es un secreto que Cuba y África están unidas desde la aborrecible época de la trata de esclavos, durante la cual llegaron al país más de un millón de esclavos de ese continente.

Desde entonces su gente intervino de manera decisiva en la creación de nuestra nacionalidad, por eso creo que el Día de África de alguna manera también es nuestro día.

Por María Elena Carrillo