27 años tenía Fidel cuando organizó a la Generación del Centenario y se lanzó sobre los cuarteles Moncada y de Bayamo. Raúl acababa de cumplir los 22 cuando se fue con su hermano a intentar cambiar el statu quo de la nación.

Ramiro era apenas un joven imberbe de 21 al ofrecerse como voluntario para ocupar los puestos de avanzada en el asalto. Chuchú Montané, que era de los mayores, tenía 30 años al entrar junto a Ramiro por la posta 3 del cuartel.

Abel apenas tenía 26 cuando aquellas fieras vestidas de amarillo le arrancaron la mirada azul y lo torturaron hasta la muerte.

De manera mayoritaria, y salvo excepciones como Mario Muñoz que tenía 41 años, la Generación del Centenario era una masa de jóvenes casi adolescentes inconformes con la realidad nacional y dispuestos a no dejar morir el ideario martiano

Valerosa juventud

Aquel sorprendente bloque de jóvenes con antorchas, que desfiló públicamente en La Habana por primera vez el 28 de enero del 53, fue la base del grupo que 6 meses después se lanzó sobre los cuarteles Moncada y de Bayamo.

Sin pensarlo mucho, o tal vez después de mucho pensarlo, pusieron en juego sus vidas por el ideal de transformar una realidad nacional necesitada de cambios sustanciales para el bienestar de todos.

¡Qué fuertes convicciones para enrolarse en un incierto movimiento revolucionario! ¡Qué valor el de aquellos jóvenes que no dudaron en lanzarse al combate!

Como los de hoy, aquellos veinteañeros también tenían aspiraciones, amores, sueños, alegrías y desdichas, pero supieron ponerlo todo a un lado por el bien común, el bien de una Patria nueva que aún reclama el esfuerzo juvenil.

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate