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Su carta en la cual pedía perdón a los niños indígenas de la etnia Apalai Waiana, en Brasil, por no haberles dicho adiós conmovió en las redes sociales.

La idea de volver a verlos parecía casi imposible, pero gracias al esfuerzo de muchos, el doctor cubano Arnaldo Cedeño Núñez, pudo regresar a la aldea Bona, en el municipio Almeirim, del estado Parà, abrazó de nuevo a sus pacientes y explicó las razones por las cuales debía dejarlos tras las declaraciones ofensivas del presidente electo Jair Bolsonaro.

“El reencuentro con mis pacientes fue lo más bonito que viví en Brasil”, dijo emocionado a Radio Reloj el joven médico, quien ya está junto a su familia en Veguitas, en el municipio granmense de Yara. Arnaldo estuvo 2 años y 4 meses trabajando en la aislada comunidad indígena, a la cual solo se podía llegar en avión, en un trayecto complicado y riesgoso sobre la selva amazónica.

Él vivía en el estado Amapá, al norte de Brasil, y en la aldea indígena Bona donde brindaba asistencia médica pasaba 15 o 20 días y salía a la ciudad por igual cantidad de tiempo.


Cuenta que cuando llegó a aquella comunidad típica a la orilla de un río, con cacique, bohíos e indígenas descalzos y semidesnudos que se alimentaban con casabe, frutas y peces, en difíciles condiciones de vida, parecía que estaba en las primeras páginas de un libro de Historia.

“Todo era muy curioso, ellos se acercan a las personas que llegan, tocan su piel para sentir su textura, porque sienten que tú eres un poco diferente, cuando estás cerca te admiran, porque cuando viajan a la ciudad para atenderse en un hospital es difícil que un médico se acerque tanto a ellos como lo hice yo, o como lo hacemos siempre los médicos cubanos”

Más humano, más médico


Cedeño atendió a muchos niños desnutridos, personas con malaria, leishmaniasis, heridas por armas de fuego, flechas, o mordidas por cobras, pirañas y otros animales salvajes.

Duele saber, refiere el doctor, que si a las 4 de la tarde usted se encuentra en la apartada aldea a una persona que pueda tener una apendicitis o un infarto solo se puede trasladar al otro día, con posibilidad de morir, riesgo que también era corrido por él, porque estaba allí sin nada especial, en las mismas condiciones.

Ante la interrogante de que si otro médico volvería a la aldea, el doctor aseguró que solo si fuese cubano. “No tienes internet, energía, a veces hay que tomar baños y agua del río, preparar los alimentos con leña, y es difícil que los profesionales de la salud brasileños acepten estar con esas mínimas condiciones”, enfatiza Cedeño.

Los primeros días en Bona no fueron fáciles para el joven, tuvo que recibir tratamiento psicológico porque sufría de una depresión, pero supo sobreponerse a su estado de salud, y terminó bien. “Y eso es parte de lo que hemos aprendido en Cuba: sobreponernos a las dificultades. Siempre la voluntad se impone a las dificultades”, refiere quien cumplió en Brasil su segunda misión internacionalista pues antes estuvo en los cerros de Caracas, en Venezuela.

Arnaldo también recibió de los habitantes de la comunidad indígena una emotiva carta en la cual le agradecían su presencia, pues había sido él el primer médico que los atendió, hablaban sobre la confianza que tenían en el Dios de ellos, de que un día va a volver todo a la normalidad y que iba a poder regresar, y le dieron gracias a Cuba porque el programa Más médicos que los benefició tanto, era principalmente apoyado por los profesionales de la salud cubanos.

“Es una de las mayores experiencias de trabajo que he tenido, le doy gracias a Dios, a la Revolución, a mi familia, por haberme dado la oportunidad de trabajar así”, subraya.
“Los pacientes quedaron muy tristes por la partida porque saben que infelizmente en los próximos meses y hasta años no van a tener a otro médico trabajando allí, agrega el doctor granmense, quien llenó de amor y ternura a los indígenas de la aldea Bona.

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