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Los dos bombazos estremecieron la noche habanera, pero no generaron inquietud, sino  encono, entre el millón de personas reunidas frente al antiguo Palacio Presidencial, devenido hoy Museo de la Revolución.

Aquella noche, húmeda y un poco fresca, del 28 de septiembre de 1960, la multitud se había congregado para recibir al entonces Primer ministro Fidel Castro, recién llegado esa tarde de Nueva York, adonde había asistido a la XV Asamblea General de las Naciones Unidas.

Fidel hablaba para explicar los resultados de su viaje y comentaba sobre la hospitalidad que recibió de la comunidad negra de Harlem cuando estalló un petardo en el entonces llamado Parque Zayas, en lo que ahora es el Memorial Granma.

Con su habitual estilo oratorio, el joven líder revolucionario estableció un diálogo con la muchedumbre enardecida que acababa de cantar el Himno nacional.

“¡Cómo van a venir a impresionar al pueblo con petarditos, si el pueblo está aquí en plan de resistir, no ya los petarditos, el pueblo está en plan de resistir lo que tiren o lo que caiga, aunque sean bombas atómicas, señores!”, afirmó Fidel.

Los gritos de “Paredón, paredón”  subían hasta la tribuna ubicada en la terraza Norte del Palacio, donde grandes focos iluminaban una gran bandera cubana.

“Vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva”, anunció de pronto el Comandante que tuvo por respuesta los atronadores aplausos del auditorio, interrumpidos después por otra explosión.

“Están jugando con el pueblo y no saben todavía quién es el pueblo; están jugando con el pueblo y no saben la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo”, señaló más adelante Fidel.

Esa misma noche, nacieron los Comités de Defensa de la Revolución, la más masiva de las organizaciones cubanas  que constituyeron un aporte nacional a la teoría revolucionaria.

En aquel momento de ardua confrontación ideológica, los CDR se probaron seis meses después en la operación que desarticuló a los elementos que pretendían servir de quinta columna a la brigada mercenaria derrotada en Playa Girón.

A pesar de que la tarea primigenia fue la vigilancia revolucionaria, rápidamente la nueva organización superó esos límites para convertirse en una herramienta barrial, capaz de asumir otras tareas de salud, saneamiento e higiene comunitaria.

Repartidos por prácticamente todas las cuadras de la larga y estrecha geografía nacional, los CDR agrupan en la actualidad, en unos 130 mil núcleos, a casi ocho millones de cubanos, participantes activos en la construcción de una sociedad nueva.

Cincuenta y seis años después de fundados, los Comités han sido protagonistas de la obra liderada por Fidel, cuya genialidad política le permitió intuir y concretar el nacimiento de una organización que recoge la fuerza de colectiva.

Nacidos como escudo de la Revolución, los CDR son hoy participantes activos en la construcción de una sociedad nueva y argamasa de la unidad nacional forjada en el fragor del combate.