Un elemento que ilustra esta situación es la difusión masiva de producciones audiovisuales brasileñas, coreanas y turcas, entre otras. Las potencias, conscientes de la importancia de la hegemonía cultural, luchan por ganar el alma de las personas. A los cubanos nos toca muy de cerca; en los últimos tiempos hemos visto como se han utilizado elementos culturales en contra nuestra, como parte de la ofensiva por acabar con la Revolución Cubana. De esto y más se habla en el texto que reseño hoy.

Se trata de “Imperialismo del siglo XXI: Las guerras culturales” de Eliades Acosta Matos, publicado en 2009 por la Editora Abril. Este título cierra la trilogía iniciada con “El apocalipsis según San George” y continuada con “Siglo XX: Intelectuales militantes”. El volumen completa un estudio profundo del autor sobre la génesis y el desarrollo del neoconservadurismo estadounidense, y de la política, en general, de ese país hasta el 2008. Se muestra otra arista del fenómeno, la que tiene que ver con el meticuloso diseño que sustenta las agresiones culturales imperiales, y su increíble adaptación al cambio de las épocas históricas. Tal vez por ello, y para no dejar nada al azar, nos lleva de la mano en un recorrido que comienza con el dictador español Francisco Franco en 1936, y culmina con el análisis del posible resultado de las elecciones estadounidenses del 2008, como anuncio de una forma nueva y más peligrosa de dominación y hegemonismo, utilizando para ello las herramientas culturales.

Las guerras culturales expanden su radio de acción desde tiempo de paz, o mejor dicho, son el preámbulo o la continuación de la guerra por otros medios, a saber los culturales. Antes de que estalle un conflicto, aseguran que los potenciales enemigos tomen conciencia de su inferioridad ante las fuerzas y la cultura imperial, ante un sistema capaz de engendrar constantemente símbolos, que como diría el primer director de la CIA Allen Welsh Dulles, “se venden como universales, modernos, glamorosos, heraldos de la eterna juventud, los cambios novedosos y la felicidad ilimitada”.

Estas guerras forman y formarán parte destacada en las estrategias mundiales de dominación y expansión imperialistas en el Siglo XXI, de hecho, su originalidad radica, precisamente, en que son las que mejor expresan, y de manera más concentrada, los cambios sufridos por los mecanismos de penetración, dominación y reconquista del imperialismo en nuestros días, que su vez reflejan, a fin de cuentas, los cambios experimentados en la profundidad de su sistema productivo y reproductivo.

No son las fronteras terrestres, marítimas o aéreas las que deben ser vulneradas para implantar el domino universal del Capital, no son los ejércitos enemigos a los que hay que derrotar en el campo de batalla para izar sobre territorio ocupado las banderas de las metrópolis ni obligar a las naciones vencidas a abrirse a su insaciable sed de mercados y ganancias. Hoy los arrolladores avances en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones hacen de la esfera cultural y la mente de los seres humanos el campo de batalla definitivo, la última frontera a conquistar, el último reducto enemigo a asaltar.

El imperialismo jamás ha tenido remordimientos teóricos, ni escrúpulos morales o filosóficos a la hora de apropiarse para sus fines, de cualquier concepto o teoría, incluso, de las concepciones rechazadas dentro de los Estados Unidos como progresistas o liberales. Hollywood, por ejemplo, es la sede de una industria cultural y de una maquinaria ideológica que en el panorama norteamericano se considera, por lo general, opuesta a las fuerzas más conservadoras y reaccionarias del país, sin embargo, sus producciones han sido tradicionalmente utilizadas para reforzar el hegemonismo de esas mismas fuerzas en otras regiones del mundo. Un ejemplo es la película “Apocalipsis Now” del director estadounidense Francia Ford Coppola, un clásico del cine, en el que se ve a jóvenes soldados norteamericanos en Vietnam entonando canciones antibelicistas de John Lennon o Joan Báez mientras ametrallan desde sus lanchas o sus flotillas de helicópteros a adversarios civiles y militares. Lo mismo se ha repetido en las calles de Kabul, Bagdad, Trípoli y un gran etcétera.

Leído este libro, sabremos cual es el plan del adversario y también lo dicho por Martí, entonces, manos a la obra.

Ah, y recuerden si me ven por ahí, me saludan.