Con el objetivo de reflejar el período anterior a la introducción del sonido en el cine, la película El artista, del francés Michel Hazanavicius, con todo un sistema de signos, gestos, imágenes, sonidos, objetos, ritos, protocolos y  espectáculos muestra magistralmente cómo funcionaba esa industria.

La historia tiene lugar en Hollywood, entre 1927 y 1932, cuando el  cine mudo pasó de moda y fue reemplazado por el sonoro, y está enfocada en la relación de una vieja estrella de la etapa silente (Jean Dujardin como George Valentin) y una exitosa actriz joven de las nuevas producciones (Bérénice Bejo como Peppy Miller).

El artista, película en blanco y negro, no posee sonido grabado y sincronizado, consistiendo únicamente en imágenes, lo que requirió del exquisito lenguaje corporal y expresión facial de los actores.

Dado que no podía servirse del audio para presentar los diálogos (no se oía la voz de las personas cuando hablaban), se añadieron cuadros de texto para aclarar la situación a la audiencia. Sin embargo, es tanta la magnitud del lenguaje gestual, que esos textos resultan prescindibles para el avance de la trama y el espectador puede entender perfectamente el mensaje que se transmite, incluso si obvia el contenido de esas frases.

¿Fin a la era silente?

El artista refleja la época silente, pero para sorpresa de muchos fue filmada en 2011, lo que supuso un gran reto para todo el elenco de realización, teniendo en cuenta cómo es el cine actual.

Llevar a feliz término esta empresa condujo a adecuarse a las características del quehacer cinematográfico de entonces, por lo que fue preciso tratar de proyectar un contenido no por medio de las palabras, sino a través de expresiones somáticas.

Finalmente, la cinta se convirtió en un homenaje a la era muda al incorporar de manera fidedigna la forma de producir de la época. Sin lugar a dudas, la música, el vestuario, el casting, desde los extras hasta los roles principales, los gestos, el humor y la cinematografía estuvieron acordes con lo que se necesitaba.

La película con su encanto y belleza artística, representa la esencia del cine. Su lenguaje son las imágenes, subrayadas por un despliegue del cuerpo de los actores, que con mímica van contando el clima situacional.

El cine mudo no es un arte deficitario, incompleto, primitivo, sino un estilo, un posicionamiento erótico, una apuesta ética, un sistema de significación que nos habla con los cuerpos, los espacios y los ambientes.

El sonido asoma en la película en pequeños momentos y el espectador debe apenas descubrirlos para comprender el justo alcance que adquieren en la historia.

Por ejemplo, en un momento el personaje intenta hablar frente al espejo, pero no logra emitir sonido alguno. Se desespera ante su impotencia. La expresión de sus ojos, las fuertes palpitaciones, el sudor y los gestos de su boca hablan por sí mismo.

En esa secuencia onírica, el protagonista sueña que no puede hablar, mientras cada cosa a su alrededor, produce los sonidos correspondientes. Todo ello se percibe como un índice que funciona a modo de premonición. Es una clara anticipación de lo que sucedería en ese viaje de la mudez a la sonoridad.

Otra gran metáfora que funciona como un anticipo, es el comienzo. Al inicio, vemos un hombre en una silla eléctrica. Quienes le torturan aumentan el voltaje con el objetivo de que el hombre hable, pero este no lo hace. Ese signo alude a la imperiosa conversión del cine y a la resistencia de ese cambio, desgarrador para algunos. Valentin simboliza al artista genuino, dispuesto a desafiar a los grandes patrones de Hollywood, a producir, dirigir, y protagonizar su propia producción.

El film propone una definición asociada al concepto de éxito comercial, y por lo tanto inseparable de un contexto de realización, marketing y consumo. De ahí la suerte que corre el protagonista: cuando el negocio y el arte del cine quedan hegemonizados por la voz, su mundo se derrumba. Se trata de la llegada de la crisis del 30, el crash de Wall Street. ¿Cómo sobrevivir luego de tanta fama, cómo adaptarse a cambios tan profundos?

Excelente propuesta audiovisual

La cinta se apoya en el ejercicio clásico de hacer “cine dentro del cine”. En la producción, varias personas observan una película. Primero la cámara enfoca el plano que los espectadores ven y después dirige la cámara hacia ellos. A través de sus risas, sus aplausos, sus gestos de asombro, felicidad, y comicidad comprendemos lo que sucede en el otro nivel.

Desde el principio hasta el final, el lenguaje gestual se impone. La comunicación y el discurso se constituyen como la mediación entre los sujetos y el contexto social.

La cinta recibió grandes elogios de la crítica y ganó varios premios al ser nominada para seis Globos de Oro, alcanzó lauros en la categoría como mejor comedia o musical, a la mejor banda sonora, y mejor actor de comedia o musical para Dujardin.

Participó también en el Festival Internacional de Cine de Toronto y en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde obtuvo el premio del público, convirtiéndose en una de las películas más premiadas de la historia.