La Habana, Cuba. – Volver a la Primera Declaración de La Habana, a 61 años de su proclamación el 2 de septiembre de 1960, por Fidel, es un ejercicio de aprendizaje.

Hoy Cuba vive bajo amenazas y agresiones tan brutales como aquellas, que llevaron al pueblo a congregarse en lo que se llamó Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba.

La Primera Declaración de La Habana fue una respuesta contundente y apropiada a la Declaración de San José, de Costa Rica, con la cual la OEA, siguiendo un programa dictado a pie juntillas por el Imperio, se entrometía en las acciones libres y soberanas de los cubanos.

A pesar del mercenarismo disfrazado de libertad de expresión y democracia, todo estaba tan claro entonces como lo está ahora: la finalidad era crear condiciones  para una agresión militar, encaminada a una ocupación, si sus planes tenían éxito.

La voluntad irrenunciable de un pueblo

Derribar a la Revolución Cubana siempre ha estado en los planes inmediatos y directos de los Estados Unidos. El pueblo cubano tuvo que derrotarlos en Playa Girón, y un millón de veces más en otros campos, para que conocieran de la capacidad de este pueblo decidido a todo por defender la soberanía y su proceso.

Se han esmerado desde entonces en el empeño de intentar rendir a los cubanos con métodos bárbaros y también muy sofisticados, usando últimamente lo más eminente de los manuales rectorados por la CIA y el Pentágono.

Durante la Declaración, Fidel afirmó que la verdadera democracia no era compatible con las oligarquías financieras sumisas de las naciones latinoamericanas que acusaban a la Isla.

El pueblo congregado en la Plaza de la Revolución respaldó las palabras del líder histórico en pleno ejercicio de nuestra autodeterminación e independencia.