La Habana, Cuba. – Y llegó el Día Cero, el pasado 1ro de enero, y con él, inició el ordenamiento monetario y cambiario, una transformación muy necesaria de la economía nacional. Quizás el cambio más profundo del último medio siglo cubano.

Proyectada desde los dos últimos Congresos del Partido, parecía de inicio que sería una decisión relativamente fácil, pero la vida, que siempre es más rica y veleidosa que los planes, hizo que la implementación se dilatara durante varios años.

Y es una metamorfosis compleja, con implicaciones sobre todo el cuerpo económico de la nación, pero además con resonancias sociales por el impacto sobre las personas.

Más de 200 especialistas y funcionarios intervinieron en la concepción del ordenamiento, una reforma muy diferente de lo que se ha hecho en el resto del mundo y en la que se diseñó la protección a los más necesitados.

Por la calidad

La transformación económica que vive el país busca, entre otras cosas, aumentar la eficiencia productiva. Y esa es una intención que se aplica no solo para las grandes empresas, sino que alcanza a la más pequeña entidad.

Es por eso que buena parte de la población reclama ahora, por ejemplo, el mejoramiento de la calidad del pan de la canasta familiar, cuyo precio, además, se incrementó varias veces.

Casi todo el pan normado se elabora con harina importada y el valor de 5 centavos era francamente mínimo, lo que hacía que las personas no repararan tanto en la calidad.

Ahora todo ha cambiado y es lógico y admisible que se reclame por el mejoramiento del producto final. Y no solo se necesita un mejor pan, sino que la calidad de todo esté acorde con los nuevos precios y eso es responsabilidad colectiva.