La Habana, Cuba. – Guajiro villaclareño, humilde lector del Apóstol, pero con el anhelo de abrir paso a su superación y a quien Fidel definiera como El alma del Movimiento 26 de Julio; ese era Abel Santamaría Cuadrado.

Afectuoso hijo y hermano, así como autor de palabras cargadas de entereza, valor y sentimientos revolucionarios para los jóvenes que protagonizaron la gesta del Moncada.

A ellos expresó que era necesario que todos fueran a esa acción con fe en el triunfo, pues, si el destino les resultara adverso, estaban obligados a ser valientes en la derrota, porque lo que pasara en el Moncada se sabría algún día, la historia lo registraría y agregó que su disposición a morir por la Patria sería admirada por futuras generaciones, además de mitigar el dolor que causarían a sus padres y seres queridos.

Bravo, firme, puro

Cuando todo estuvo listo para las acciones del 26 de Julio, Abel Santamaría pidió el lugar de mayor riesgo para preservar la vida de Fidel.

El líder histórico de la Revolución, por su parte, aseguró que debía ser él quien ocupara ese sitio y lo mandó a la retaguardia, en el Hospital Civil Saturnino Lora. «Al frustrarse el factor sorpresa, Abel se mantuvo combatiendo para proteger la vida de los otros compatriotas, con una heroica resistencia que lo inmortalizó en la historia», expresó Fidel.

Abel Santamaría sacrificó los intereses personales y familiares por su gran sensibilidad hacia la injusticia social.

Sufrió el encarcelamiento de la dictadura batistiana, pero selló sus labios y afrontó serenamente las torturas y la muerte. No dijo una palabra, ni profirió una queja. Así era de bravo, firme y puro Abel Santamaría.