La Habana, Cuba. – Traigo en mi corazón las Doctrinas del Maestro; esa frase pronunciada por Fidel pudiera parecer gratuita si no la hubiera respaldado con su vida y obra.
Y no sólo en un momento, en dos o tres, sino a cada momento, en todos los instantes de su vida, y recorriendo en todas direcciones su obra. Porque Fidel creía en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud.
Porque construyó con sus propias manos, y proponiendo su cuerpo y su sangre como sacrificio ante la patria sojuzgada, aquello que el Apóstol, por su prisa ante la historia, no llegó a construir.
Muy temprano, a instancias del ideario martiano, Fidel comprendió esa Guerra Necesaria, y por necesaria inaplazable, para alcanzar la plena soberanía del país. Echando su suerte con los pobres de la tierra, para levantar una República con todos y por el bien de todos.
Maestros ambos
Como martiano raigal, Fidel jamás descuidó la unidad de los cubanos. Para garantizarla, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano. También Fidel fundó un partido de cohesión: El Partido Comunista de Cuba.
La eticidad presidía cada paso de Martí; Fidel jamás se apartó de ese camino. Ambos fueron profundamente solidarios, humanistas, internacionalistas. Patria es Humanidad, escribió José Martí. Ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad, pronunció Fidel.
Sin olvidar el antiimperialismo que uno y otro profesaron. Los paralelismos entre los dos líderes se multiplican, y sólo porque uno precedió en el tiempo al otro, se dice que Fidel fue el discípulo aventajado de Martí.
De haberse dado el caso contrario, de seguro Martí hubiera sido el alumno sobresaliente de Fidel.