Era Celia Sánchez Manduley de esos seres imprescindibles en cualquier tarea. Fácil de querer, resuelta, de alma noble, pero exigente, enérgica y muy cumplidora, así describen a la flor más autóctona de la Revolución quienes tuvieron el privilegio de conocerla.

Fue la primera mujer en formar parte del Ejército Rebelde y se convirtió en celosa guardiana de sus documentos, que más tarde contribuirían a la historiografía nacional como parte de la Oficina de Archivos Históricos del Consejo de Estado.

Disímiles responsabilidades le otorgó Fidel, entre ellas organizar la logística y la lucha clandestina. Celia mereció toda la confianza del Comandante en Jefe, la cual retribuyó con una fidelidad y lealtad sin límites al líder de la Revolución cubana.

Varias son las anécdotas que hablan de la vida de esta delicada y valiente mujer, que tuvo muchos nombres por la lucha revolucionaria: Norma, Carmen, Liliana, Caridad…

Valentía y abnegación en Celia

Celia se las ingeniaba con total destreza para cumplir sus propósitos de lucha.

Tanto así que entre sus anécdotas más sobresalientes destaca aquella que tuvo lugar luego del desembarco del yate Granma por playa Las Coloradas, cuando disfrazada de embarazada y con la misión de recopilar información para el movimiento, fue invitada por los guardias del cuartel a tomar café, sin jamás ser reconocida.

Así era, quien por su dedicación y entrega, Raúl llamó Madrina Oficial del Destacamento. Esa valentía, amor a las causas justas y fidelidad a la Revolución las conoció también de su padre, quien le inculcó desde pequeña la sensibilidad hacia los desposeídos y la necesidad de conocer a Martí.

Una singular anécdota reseña que en sus viajes a la Habana era inaplazable la visita a la casa de la calle de Paula, donde el progenitor médico le aconsejaba pasar las manos porque por allí pasó su mano  Martí.

Celia en la obra de la Revolución

La modestia caracterizaba a Celia Sánchez Manduley y fue consecuente siempre con esa virtud. Siempre alejada de cámaras, micrófonos y primeras planas, constituyó un decisivo pilar, también, luego del triunfo revolucionario.

Demostró la valía de la mujer cubana, más allá de arraigados prejuicios, porque su delicadeza, sensibilidad y sencillez no impidieron que Celia fuera acreedora del respeto, cariño y admiración de todo un pueblo que la venera y recuerda entre las figuras imprescindibles y cimeras en la lucha por la Revolución y luego de 1959.

En ese sentido, la creación de varias obras e instituciones tienen su impronta como las capitalinas heladería Coopelia y el Parque Lenin.

Un torbellino de ideas y acciones se juntaban en esa diminuta mujer, que abrió caminos desde media Luna para ser de toda Cuba, para convertirse en la Celia de todos.