La Habana, Cuba. – Fue Bonifacio Byrne –el poeta de la bandera- quien al regresar del exilio, calificó a la enseña de la estrella solitaria como “la más bella que existe” y si bien es cierto que ese juicio está condicionado por los sentimientos patrióticos del poeta, no deja de ser verdad que la bandera cubana sobresale, por su diseño y colorido, en el concierto universal de emblemas nacionales.

Cuando en la Organización de Naciones Unidas flamean los estandartes de todos los estados miembros, nuestros ojos recorren los pendones procurando la enseña tricolor, y ella se distingue por su elegante sencillez y sobria hidalguía.

En los certámenes deportivos, donde la habilidad de nuestros atletas garantiza la supremacía de la musculosa juventud antillana, el pendón tricolor advierte a todos, con las combativas notas del himno de Bayamo: “¡Ahí está Cuba! ¡Ahí están los cubanos!”.

Con el escudo siempre

No el fabuloso escudo del legendario Aquiles, que sólo daba protección al héroe mítico, sino el humilde escudo de la palma real, el árbol que nos da abrigo y cobija contra lluvia y pedrisco, y que está bendecido por poderes divinos para enfrentar el rayo.

Es el escudo abierto al Golfo, a las islas hermanas cuya independencia velaba José Martí cuando trataba de impedir que los Estados Unidos se expandieran sobre las tierras de nuestra América.

Es el escudo con que enfrentaremos a nuestros atacantes en la guerra de todo el pueblo.

Himno, bandera, escudo, suelo patrio, memoria de los héroes que nos precedieron…¡Nadie puede mancillarlos porque ellos son parte de nuestro tesoro histórico, símbolos de la nación y del patrimonio que defendemos con nuestras vidas!.