La Habana, Cuba. – El polímata florentino del Renacimiento italiano Leonardo da Vinci, nace en Vinci, actual Italia, el 15 de abril de 1452 y muere en Amboise, el 2 de mayo de 1519. Fue a la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.

Para da Vinci, el vuelo fue una de sus obsesiones, como el de casi todo ser humano. Dos milenios atrás los chinos habían logrado desafiar la gravedad con el armado del primer cometa, hecho con seda y caña de bambú. Inventó una máquina voladora, que se basó en las largas observaciones que hizo de los pájaros, de los murciélagos y de los insectos.

En esa inquietud por interpretar las leyes de la naturaleza, nunca paraba en generar ideas e inventos. En un momento, se abocó a los estudios para hacer volar al hombre. Aprovechó una larga de reclusión obligada por la peste que asolaba a Europa, para concentrarse en esta cuestión. Creó el Ortitóptero, cuya definición es un aparato movido como un pájaro por alas batientes. Se apartó del impulso de asir alas a los brazos de una persona e ideó un aparato al cual se adaptarían dichas alas. El prototipo podía ser tripulado por uno o más pilotos, y hasta diseñó una máquina de dos pisos. Según da Vinci, el vuelo se debía producir por el movimiento de las alas, accionado por el propio piloto, a través de un sistema de palancas, poleas y sogas. Para lo que serían las patas del “ave”, incorporó un par de amortiguadores.

Lo probó en la ciudad de Milán el 3 de enero de 1496, pero sin éxito. Ahí comprobó que la acción de los músculos del piloto era insuficiente para que el aparato levantase vuelo o se mantuviese en el aire. Según los especialistas en aviación, Leonardo se basó en conceptos errados. Recién en 1799 el inventor e ingeniero inglés George Cayley descubrió que el aire que circula por encima de un ala fija y curva crea la “sustentación”, una fuerza que hace que el ala se eleve. No obstante, Leonardo estaba muy interesado en la cuestión del vuelo. Entre el 14 de marzo y el 15 de abril de 1505 escribió el Códice sobre el vuelo de los pájaros, una suerte de tratado de 38 páginas, escrito al revés. Para poder leerlo, es necesario reflejarlo en un espejo. Consta de cuatro partes. La primera describe la forma de vuelo batiendo las alas; la segunda, volar sin batir alas, pero con viento a favor; la tercera enumera las características comunes del vuelo de los pájaros, los murciélagos, los insectos y los peces voladores y la cuarta el movimiento del vuelo a través de un mecanismo. Si de máquinas voladoras se trataban, su proyecto no quedó ahí, sino que ideó un “tornillo volador”, que se considera un prototipo, aunque inviable, del helicóptero. De unos quince metros de diámetro, estaba diseñado en lino, caña y cables. En su base, cuatro hombres debían empeñarse en hacer girar el eje de la hélice.