La Habana, Cuba. – Para quienes buscan avanzar realmente en un mundo históricamente signado por la inequidad, la imposición, el saqueo y la violencia, es importante contar con contrapartes serias, responsables, sensibles a las realidades globales, y dispuestas a vínculos respetuosos, más allá de su poderío.

Y ciertamente, en el caso de América Latina y el Caribe, convertida en traspatio por el poder hegemonista norteamericano, se duplica la urgencia de vínculos mundiales más sanos.

De ahí la sustancia de que en los últimos decenios China, que roza el título de primera potencia comercial del orbe, haya logrado sentar importantes plazas en el Sur de este Hemisferio.

Y contrariamente al caso gringo, aún está por ver una invasión militar china en América Latina, o un complot chino-oposición contra un gobierno local.

Como es habitual

Desde luego, en Occidente la mirada no ceja en sembrar entuertos.

Resulta que a los ojos de la propaganda hegemonista, China está intentado tejer un “imperio global”, y citan las inversiones y tratativas de Beijing con numerosas naciones latinoamericanas, pero sin mencionar el beneficio compartido tan ausente en los negocios de Estados Unidos o Europa del Oeste.

Hablan así, justo los que no reconocen y niegan a otros el binomio ganar-ganar que lidera el principio comercial del gigante asiático, y todo lo reducen a la presunta sordidez de un país que ambiciona el poder omnímodo, en una burda pantalla de hacer creer que la justicia y el equilibrio son solo rótulos de ocasión, y no política oficial.

De todas formas, las acciones valen más que mil palabras, y muchos de los que tratan con China ya lo saben.