La Habana, Cuba. – El ruido de los cañones en el conflicto en Ucrania impide que algunos vean la reconfiguración geoestratégica mundial a la que asistimos.

Hace más o menos dos años, la aparición de la pandemia, con su secuela de victimas en todos los rincones, puso en solfa el ordenamiento global al sacar a flote las graves carencias sanitarias de un neoliberalismo incapaz de proteger a todos por igual ante la ausencia de mecanismos de distribución equitativas.

Ahora, la cosa se agrava con los sucesos en Ucrania, que no son un conflicto cualquiera, sino un desafío a la hegemonía política y económica de Occidente.

El área Asia-Pacífico parece emerger como un formidable contendiente a los tradicionales polos de dominación que constituyen Estados Unidos y la vieja Europa, en franco pero silencioso retroceso desde hace décadas.

Desde la economía

Más allá del desafío político planteado por Rusia a Occidente, el nuevo entramado económico que se configura también apunta contra la hegemonía de Occidente.

Moscú comenzará a cobrar en rublos el gas enviado a los que calificó países inamistosos de Europa y abrió la posibilidad de vender más petróleo y materias primas a la India, pero en rupias. Esas decisiones se suman a la oferta de Beijing a Moscú sobre el uso del sistema chino CIPS para operaciones en yuanes, tras la exclusión de los bancos rusos del sistema global de comunicación financiera llamado SWIFT.

De esa forma, el dólar y el euro quedarán fuera del negocio y se abrirá una fractura financiera difícil de asumir por un neoliberalismo golpeado antes por la crisis económica. Que nadie dude entonces, que los grandes están ahora repintando los mapas del mundo.