Dos años se cumplen hoy del fallido intento de subvertir el orden constitucional en el país. Aquellas acciones disfrazadas de protestas sociales, que tuvieron una abierta incitación desde el Norte, cumplieron el guion diseñado para los golpes blandos, una nueva concepción yanqui de guerra en la cual no se necesita de una intervención militar para cambiar el statu quo de determinada nación.

Como en otros países incómodos para los intereses estadounidenses, donde impulsaron las denominadas Revoluciones de Colores, con Cuba se pretendía algo similar, con el agravante de que intentaron aprovechar los problemas adicionales al bloqueo provocados por la pandemia.

Calumnias y mentiras inundaron entonces las redes sociales para alentar la violencia, los asaltos y robos y hasta las agresiones a las autoridades.

El escudo de la unidad

Como ha sido a la largo de la historia más reciente del país, solo la unidad conjuró los demonios sueltos en la jornada del 11 de julio de 2021, cuando logramos otra victoria del pueblo.

Esa misma argamasa social fue la que impulsó la campaña de alfabetización, triunfó en Girón y el Escambray, ayudó a la descolonización de África y resistió el golpe terrible de la desaparición del campo socialista europeo.

Por supuesto, que hay insatisfacciones y muchas cosas que mejorar, porque la Revolución, como toda obra humana, es perfectible, e incluso necesita de renovación constante.

Pero la discusión tiene que ser dentro de la ley y en el espíritu de cambiar para mejorar, sin hacerle el trabajo sucio al enemigo y sin olvidar que en la matemático política de la Cuba contemporánea, después de un 11, siempre viene un 26.