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La Habana, Cuba. – Desde que en 1890 en Cuba se celebrara por primera vez el Primero de Mayo, pocas veces se había hecho en unas condiciones tan excepcionales como este año.

Las difíciles circunstancias de la economía nacional aconsejan por ahora dejar a un lado los desfiles multitudinarios y apelar a concentraciones más modestas. No obstante, la necesaria austeridad no impedirá una celebración que es una fiesta obrera para recordar el sacrificio de los Mártires de Chicago y la lucha por la jornada de ocho horas.

Aquella ordalía proletaria, de la que Martí fue testigo, hizo que el Apóstol narrara con espeluznante realismo el cumplimiento de la pena de muerte contra unos hombres que solo pedían mejores condiciones de trabajo.

Quizás ahí comprendió que esa lucha se enlazaba con sus propios ideales de justicia e independencia.

En defensa del proyecto

Como mismo los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso cerraron filas junto a Martí, toca ahora apretar el cuadro alrededor de un proyecto socio-político que transita por las más turbulentas aguas.

Aunque la emblemática Plaza de la Revolución de La Habana no será el epicentro de la sacudida política del Primero de Mayo, a lo largo y estrecho de la nación se realizarán sencillos actos para reafirmar el respaldo a un proyecto autóctono que ha crecido a contracorriente de todo.

En el más remoto rincón de Cuba se defenderá un sueño que ha sobrevivido en la unidad de la nación, reinterpretada brillantemente por Fidel como antes solo lo hizo Martí.

Por eso, esta también es otra Guerra Necesaria, como aquella del Apóstol, en la que los más humildes trabajadores pusieron su suerte al lado de la Revolución.