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Para explicarse la estrecha relación entre Cuba y la causa palestina hay que remontarse a 1947, cuando una recién nacida Organización de Naciones Unidas discutió el establecimiento del estado de Israel.

Allí, el embajador cubano Ernesto Dihigo se opuso con firmes argumentos legales a la partición de Palestina.

Cuba estuvo entonces entre las 13 naciones que votaron en contra y fue uno de los dos países no islámicos que mantuvieron esa posición.

Que no se nos diga que a veces hay que aceptar una solución política aunque sea injusta, pues sobre la injusticia nunca podrá asentarse la paz y la cordialidad entre los pueblos, declaró Dihigo con profética certeza.

Aquella reunión, de la que saldría después una Resolución favorable a Israel, sería la génesis de un cruento conflicto de 7 décadas de martirio palestino.

Fidel y Arafat

Toda una generación de cubanos tiene grabada en la memoria colectiva la imagen de Yasser Arafat.

El ya desaparecido líder palestino pasó a ser símbolo de resistencia, con un fusil AK en la mano y sobre la cabeza la kufiyya, el tradicional pañuelo palestino de cuadros blancos y negros.

Arafat, quien mantuvo con Fidel una relación que superó lo político, comprendió rápido que Cuba era un importante aliado no solo en la arena internacional, sino en el ejercicio práctico de la solidaridad.

Para Cuba, y en especial para Fidel, la defensa de ese sufrido pueblo ha sido algo más que una cuestión de honor.

Ha sido la salvaguarda de la justicia por la que alzamos la voz hace más de 70 años, cuando pocos se atrevieron a dar la cara.

Por principio, Cuba siempre ha estado al lado de Palestina, y esa ha sido una de nuestras causas históricas.