La Habana, Cuba. – El año 1959 fue un parte aguas en la historia nacional. De buenas a primeras, la sociedad cubana comenzó a avanzar hacia un nuevo ordenamiento socio-político que igualó a pobres y ricos.

La autodefensa de Fidel Castro tras los sucesos del Moncada, convertido en el texto La historia me absolverá, comenzó a tomar cuerpo como plan de acción cuando los barbudos llegaron al poder.

Educación, salud, desempleo, vivienda, tenencia de la tierra e industrialización fueron los principales puntos de aquel alegato que pasó revista a los males del país, pero que sobre todo esbozó un camino para resolver los problemas desde el poder revolucionario.

Heredera de una tradición de equidad que nació con Carlos Manuel de Cépedes dándole la libertad a sus esclavos, la Revolución de Fidel trajo la justicia al devolver los derechos a todos.

Humanos derechos

El poder revolucionario recogió la herencia humanista de la Revolución Francesa, con el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad, pero en especial tomó el ideario martiano que proclamó “la defensa ardiente de los derechos ennoblecedores y vitales”.

Desde entonces, contra viento y marea, para todos por igual se repartieron los panes y los peces, se curó al enfermo y se enseñó al iletrado.

Por primera vez en la historia nacional, un gobierno se puso de verdad en función de una masa irredenta a la que trajo igualdad y esperanza.

Más de medio siglo después, con las lógicas luces y sombras de cualquier obra humana, la sociedad cubana es más justa y trasciende sus propias fronteras para prodigarse en otros necesitados.

Por eso, defenderla es proteger nuestros derechos de hoy, que como pidió Antonio Maceo, se conquistaron con el filo del machete.