La Habana, Cuba. – Consecuente con el reclamo que la Patria ahogada en sangre por una tiranía proimperialista les hacía a los jóvenes a mediados del siglo XX, Camilo Cienfuegos dio muestras de su patriotismo desde los primeros años de su juventud.
Tras el desembarco del Granma, el 2 de diciembre de 1956, desplegaría en el combate sus cualidades como combatiente revolucionario. Su valor y audacia le hicieron famoso. Su modestia y jovialidad le ganarían el cariño de sus compañeros.
Paso a paso, pero con relativa rapidez, en las filas del Ejército Rebelde Camilo transitó de simple soldado a Comandante Jefe de Columna y se convirtió en uno de los más relevantes guías guerrilleros. En carta a sus padres, a poco de iniciada la lucha insurreccional, ya expresaba su fe en la victoria.
Coherencia entre pensamiento y quehacer
La validez y pureza de los principios de Camilo Cienfuegos se manifestaron tanto en las cartas que escribió como en la práctica revolucionaria.
Poco después del segundo ataque al cuartel de Pino del Agua, en el que Camilo resultó herido, su compañero William Gálvez se acercó a su hamaca para verle. El que a tales alturas ya era “Señor de la Vanguardia”, le hizo saber a Gálvez que las heridas eran las consecuencias propias de la guerra, y le enfatizó: “morir por la patria es vivir”.
Camilo orientó su vida por el camino más difícil, el de más riesgos y mayores sacrificios. Su profunda conciencia del cumplimiento del deber, su responsabilidad y voluntad indoblegable, fueron el fundamento psicológico-moral de sus proezas militares y de los actos de heroísmo y abnegación que protagonizara.