La Habana, Cuba. – No es una entelequia el bloqueo. Desgraciadamente la hostilidad de Estados Unidos tiene una expresión práctica en la vida de los cubanos. Si tiene dudas, pregunte en el Hospital Hermanos Ameijeiras, que no ha podido obtener los dispositivos de apoyo circulatorio Impella, producidos por la compañía ABIOMED Inc.

Por obra y desgracia del bloqueo, esa empresa estadounidense se niega a vender a Cuba un equipo que permite asistir a pacientes en shock cardíaco o con insuficiencia terminal.

La falta de ese equipamiento ha impedido salvar vidas, pero al mismo tiempo la imposibilidad de adquirir otros ha limitado la realización con mayor precisión de diagnósticos y tratamientos. Y eso es solo una muestra de la gravedad de los efectos del cerco, que también tiene impacto sobre los cubanos que viven lejos, cuya relación familiar también está limitada.

Hostilidad flagrante

Ciertamente, es difícil calcular con precisión los efectos sobre la familia cubana del bloqueo, un arma letal que manifiestamente busca subvertir el orden interno del país.

Recrudecido por la administración Trump, expresa también el fracaso histórico de Estados Unidos en la misión de lograr ese objetivo y al mismo tiempo habla de la extraordinaria resistencia de un pueblo.

Ese genocidio sostenido es la más flagrante violación de los derechos humanos de los cubanos y el principal obstáculo al desarrollo nacional, pues no hay sector de la economía que escape al impacto negativo del cerco.

Son esas razones suficientes para condenar, rechazar y oponerse a una política irracional que daña incluso a terceros, pero sobre todo intenta cargar de penurias a un pueblo para rendirlo por hambre.