La Habana, Cuba. – Luego de un decurso signado por las maniobras de la derecha para frenar su investidura, el presidente electo de Guatemala, Bernardo Arévalo, logró asumir su cargo ganado por el voto mayoritario de la población en los comicios generales más recientes.

De hecho, la resistencia de la oposición conservadora local, con el uso de segmentos de los poderes legislativo y judicial, no cejaron en sus intentos por frenar la llegada de Arévalo a la jefatura del Estado y de ilegalizar su movimiento político Semilla, a partir de las proclamas de orden progresista y popular que precedieron la elección y la victoria del actual presidente.

Compromisos que Arévalo enfatizó en su discurso de investidura, y que sin dudas tienen un importante eco en una población vapuleada más de una vez a lo largo de su historia.

Lo que puede venir

En su toma su posesión, el nuevo presidente guatemalteco subrayó un elemento esencial de su gobierno.

Debe haber un cambio social ineludible en el país, y ha de hacerse de forma democrática, porque beneficios públicos y trasformación positiva a cuenta del apoyo mayoritario han de ser elementos complementarios.

El Movimiento Semilla, que además logró la presidencia del Congreso, será –según el mandatario- un defensor de la honestidad y la ética, por lo que la batalla contra la corrupción y el fraude vigentes es una prioridad nacional.

Propósitos que encuentran fuerte resistencia en la oligarquía tradicional, impulsora además del desprecio y la represión contra la numerosa población originaria del país, a la que Arévalo asegura la defensa de sus derechos y de su cultura.