La Habana, Cuba. – La última oportunidad para salvarnos de nosotros mismos, así se cataloga la COP-26, que se está celebrando en Escocia por estos días.

El referente más cercano en cuanto estrategias ambientales data de 2015: el Acuerdo de París, que seis años después aún no muestra frutos satisfactorios; por el contrario, aumentan los retos para convertir en resiliente la relación de las grandes ciudades con el medio ambiente.

Estos encuentros son medulares ante el avance de países desarrollados, lo que pone en peligro a naciones más pobres o en situaciones ecológicas más delicadas. La vida de millones de personas se ve afectada por el aumento del nivel del mar, el calentamiento global, o fenómenos naturales como huracanes o sismos.

Para tener una idea: nueve de cada diez niños de América Latina y el Caribe están expuestos al menos a dos crisis climáticas y ambientales.

Pasar del dicho, al hecho

Urgen acuerdos políticos entre los gobiernos del primer mundo para garantizar que los ecosistemas frágiles no sean dañados por el cambio climático, que el suministro de alimentos sea libre de obstáculos y el mundo prosiga al desarrollo económico de manera sostenible.

Las organizaciones ecologistas exigen mayor ambición para reducir el 55 por ciento la emisión de gases de combustibles fósiles en 2030, y demandan medidas puntuales e inmediatas.

En la COP-26 se han escuchado propuestas; sin embargo, lo apremiante es que se conviertan en acciones concretas, y se establezcan sanciones a quienes incumplan lo pactado.

Habrá que esperar al cierre de la cita para ver si se transforman las palabras en acciones, y se materializa el llamado de esta conferencia: No en el 2050, No en el 2030, !Es ahora!