No es menos cierto que en ocasiones esa tendencia hegemonista que forma parte del alma de los poderes fácticos norteamericanos raya en los límites de la más aberrante ilógica.
Y es que, embebidos en la enfermiza urgencia de golpear a sus rivales, sean quienes sean y estén donde estén, rompen todos los límites de la sensatez para propiciar reacciones y situaciones que, en las condiciones geopolíticas de hoy a escala planetaria, se convierten el golpes propinados contra sí mismos.
Y hablamos concretamente del rechazo y la desconfianza creciente en el uso del patrón monetario norteamericano en el comercio internacional a partir de la ira con la que los Estados Unidos arremeten contra todo aquel país que, dentro del viejo esquema financiero internacional, decida defender su integridad, sus derechos y su economía.
Advertencia de la propia casa
El asunto es que, por estos días, la Secretaría del Tesoro y el Banco central norteamericanos, volvieron e insistir en que las políticas de sanciones financieras de la primera potencia capitalista contra varias naciones del orbe están haciendo retroceder al dólar y sacándolo de la circulación global.
El sensible y amenazante golpe, se deriva del hecho de que ante tal inseguridad, ya es común que otros países decidan utilizar otras monedas en sus transacciones, incluidas las propias, deshaciéndose del riesgo que supone usar un patrón monetario que se mueve al capricho de los intereses políticos de su mentor fundamental.
Todo esto en desmedro de todo convenio y responsabilidad internacional en materia comercial. En pocas palabras, se trata de dar soga sin miramientos para el pescuezo propio.