La renuncia de Joe Biden a la candidatura demócrata para los comicios de noviembre, devuelve tensión a unas elecciones que habrían transcurrido, si no, casi sin sobresaltos, como no sea el provocado por la casi segura elección de Trump.
La posibilidad de que, sin Biden como oponente, el republicano triunfe, sigue latente; pero la del actual mandatario era una “muerte anunciada”.
Hace cinco días, sondeos aseguraban que Biden tenía las de perder en un margen que iba de uno a siete por ciento, en siete estados electorales clave.
Aunque los cuestionamientos a su postulación radican mayormente en su estado de salud física y mental, el clímax de la desconfianza fue su mal desempeño en el debate televisivo de junio frente a Trump.
No obstante, decisiones políticas de peso como el mantenido apoyo a Israel, también le quitaron adeptos.
Tiro por tiro
Dijo bien Obama al calificar la renuncia de Biden a la candidatura como una decisión patriótica. Hacerse a un lado puede dar tiempo para que otro aspirante con chance de frenar el regreso de Trump, sea nominado en agosto.
Se maneja el nombre de la vicepresidenta Kamala Harris, recomendada por el mandatario, y quien aceptó con un pedido inmediato de respaldo.
Alguien ha protestado que la nominación sea “a dedo”, pero otros expresan satisfacción, y analistas aseguran que en general, “los demócratas la apoyan”.
Parece que el camino de Harris es llano. Antes de la retirada de Biden, sondeos la ubicaban ya más cerca del republicano y, aunque la prensa no reparó entonces en esos porcentajes, ahora los ensalza.
El disparo que hirió en una oreja a Trump y terminó de catapultarlo, ha sido respondido con un balazo político… y podría llamarse Kamala Harris.