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Tiempo atrás, los niños de barriadas urbanas o rurales cubanas mostraban su mayor alegría al recibir la aprobación familiar para montar carriolas y jugar pelota, trompo o bolas en las áreas de su comunidad declaradas terrenos yermos.

Concluidas las clases diarias, los pequeños recorrían la vecindad anunciando hora, lugar, sitio y lapso en el que sobrevendrían nobles enfrentamientos entre bateador y pitcher, acrobacias de ágiles ciclistas o magníficos tiradores de canicas.

A los juegos de solar asistían entusiasmados padres o tíos que ejercían funciones de cuidadores, árbitros y entrenadores, según exigieran los propios críos.

Aquellos torneos de diversión hacían escapar las energías concentradas de los chicos, creaban ambientes solidarios y también provocaban peleas, gritos o mallugaduras. Era época gloriosa para el utilísimo ejercicio físico infantil y la comunicación interpersonal.

Cuerpo y mente

Pedagogos, psicólogos y terapeutas, coinciden en que el desarrollo infantil se acentúa al combinarse habilidades físicas, intelectuales y de divertimento personal.

Los niños amplían resistencia, conocimientos y motivaciones al sentirse felices y colaborativos en parques, campos, riachuelos o sabanas. De ahí que la muchachada de años atrás apreciara bailar, enrollar un trompo, conversar, deslizarse montaña abajo en una yagua o bañarse en un cálido arroyo.

En cambio, en los juegos de hoy los pequeños desarrollan aficiones más tecnológicas, individuales e hipnóticas, a decir de la doctora Raida Rodríguez, especialista en inteligencia emocional.

Apunta que un segmento infantil sí prefiere los juegos a campo abierto y los deportes colectivos. Pero otro grupo elige adquirir teléfonos, computadoras y otros artilugios que le facilitan acceder a internet y disfrutar de contenidos audiviosuales.

Risas y aliento

El campesino montañés Daniel Ricardo recuerda cómo en su niñez confeccionaba su juguetería, con maderas y bejucos abundantes del lomerío.

La bayamesa Eloína Guerra afirma que dada su condición de pobladora urbana accedía a juguetes industriales. DOS visiones de un asunto, transversalizadas por la falta de opciones válidas para la niñez. Yo prefería la geografía de montaña, pero mis nietas ahora quieren teléfono y videos, arguye el masoense.

La abuela Eloína confiesa que también se siente atraída por la tecnología, pero entiende que el juego o los deportes en espacios públicos ayudan mucho al menor; pero no se debe depender demasiado de la modernidad, refiere.

Estas historias transitan por el deber y el deseo: padres, hijos, maestros y asistentes educativos, entre otros, trabajan duro para la formación de una personalidad moderna con orgullo por lo de antaño.