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Récords de deportistas y naciones iluminaron la primera noche de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. La capital sudcoreana regresó el evento al continente asiático tras 24 años.

Sobriedad y colorido inundaron la ceremonia inaugural, al tiempo que una perfecta y rigurosa organización durante las competencias impresionó a todos los visitantes.

Cuba, por segunda ocasión consecutiva no tomó parte en estas lides. La razón estuvo ahora en solidaridad con la República Democrática de Corea, la cual recibió oído sordo de los organizadores a su propuesta de compartir la sede.

Una vez más, nuestros deportistas prefirieron la dignidad y la justicia que un máximo galardón olímpico. Los Juegos celebrarían pronto sus primeros cien años con una traición a su historia, Atlanta en lugar de Atenas.

El Doping oscureció los juegos

Había sido la final del hectómetro más rápida de la historia del atletismo olímpico y mundial. Aquel 24 de septiembre de 1988, las imágenes y fotos de la carrera recorrieron el mundo casi en tiempo real.

El bólido canadiense Ben Johnson quebró la marca con tiempo de nueve segundos y 83 centésimas. Era lo más fabuloso del orbe sin necesidad de realidad virtual. Tres días más tarde se supo la raíz del fenomenal registro.

El norteño había ingerido sustancias estimulantes y por tanto se le retiraría su dorada. El caso ingresó en la lista de los más famosos del movimiento olímpico.

La arista positiva que ablandó el escándalo la dio la estadounidense Floren Grifin, doble monarca de los Juegos. Seúl cerró un capítulo controvertido del deporte. En Barcelona sería la próxima fiesta.

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