Para regocijo de millones de niños en Cuba y en el mundo entero, el primer día de junio se le dedica a la infancia.

Una fecha que debe ser de risas y alegría, no significa nada para los más de 600 millones de niños que viven en la pobreza en el mundo y os más de 27 mil menores de cinco años que mueren cada día por causas evitables.

El Día Internacional de la Infancia tiene como objetivo prioritario recordar que los niños son el colectivo más vulnerable y por tanto el que más sufre las crisis y los problemas del mundo, como ha ocurrido ahora con la pandemia de la COVID-19.

La fecha también resalta que todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que hayan nacido.

Presencia privilegiada

Dedicarle una jornada a la niñez es un llamado también a reconocer sus necesidades e intereses. Un día consagrado a la fraternidad y la comprensión entre los niños del mundo y a la promoción del bienestar de los derechos infantiles, tantas veces vulnerado.

Así lo decidió en 1956 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al instituir este primero de junio como Día Internacional de la Infancia.

En Cuba, donde la Revolución ha creado todo un cuerpo legislativo que garantiza la supervivencia, desarrollo y protección de su población más joven, la fecha se celebra desde 1963, como resultado de la Conferencia Internacional de Defensa de la Niñez, efectuada un año antes, y la jornada promueve actividades regidas por la máxima martiana de que “los niños son la esperanza del mundo”.

Las campanas de la inocencia

El panorama infantil en buena parte del planeta sigue estando sombrío y muchos niños son heridos, muertos y hasta hechos prisioneros en centros de detención a pesar de la solidaridad mundial que clama por su liberación.

Sin embargo, en Cuba, el Día Internacional de la Infancia tiene otra connotación.

Además de la garantía de una continuidad generacional, los niños cubanos conservan su alegría, ni siquiera opacada por el impacto de una pandemia que los obligó a quedarse en casa, protegidos, para evitar su contagio.

Hoy, gracias a nuestra ciencia, ya están inmunizados, y este primero de junio volverán a repletar los parques, calles y plazas, dichosos de burlar el encierro y echar al vuelo las campanas de la inocencia y de la esperanza en un país en el que son su tesoro mayor.

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