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Granma, Cuba.- Carentes de imprentas, editores y equipos de diseño, los autores de libros en Granma enfrentaron tales privaciones hasta finales del siglo XX.

A la industria cultural accedían solamente, y aun con contra tiempos, los principales escritores cuya consolidada producción era reflejo de temas personales y universales de connotación social, histórica y técnica.

Como reverso, los jóvenes creadores padecían la insuficiencia de maquinaria de impresión y sus manuscritos dormían por lustros en añejas gavetas.

En las regiones de Bayamo y Manzanillo, esas limitantes no impidieron que sus literatos y ensayistas sobresalieran en el panorama de la poesía, la prosa y la investigación. Andaban bien lo conceptual, pero mal lo material.

Ocurrió desde la época colonial hasta el segundo milenio de la Humanidad, en que en Cuba apareció la vanguardista técnica japonesa de impresión Riso.

Del Linotipo a los sistemas Riso

Muchos escritores de Granma han concretado sus obras en editoriales nacionales como Arte y Cultura, Letras Cubanas, Gente Nueva y Oriente.

Pero a principios del actual siglo, la creación del sistema de ediciones territoriales estableció más de 170 casas editoriales de diversos tamaños, propósitos y tecnologías, que expandió ese sector del pensamiento.

Los primeros libros de las actuales generaciones de intelectuales granmenses se produjeron en imprentas provinciales, con máquinas de linotipo y formatos sencillos y poco vistosos.

Con la introducción de la avanzada tecnología japonesa Riso, la capacidad productiva y comercializadora de libros aumentó.

Hoy, cualquier escritor cubano puede acceder a casas editoras regidas por ministerios, organizaciones gremiales o sociales, y es enorme su representación en ferias, concursos y becas titulares.

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