La Habana, Cuba.- Diciembre marca dos fechas en la vida del revolucionario cubano, combatiente internacionalista e intelectual comprometido con la causa popular, Pablo de la Torriente Brau, nacido el día 12 de este mes, en 1901, y mortalmente herido en Majadahonda, España, el 18 del último mes del año 1936, aunque oficialmente se considera el 19 como el de su caída.

Su existencia apenas abarcó 3 décadas y media, pero logró en ese poco tiempo dejar profunda huella en la historia de Cuba. Su inteligencia, prestancia, alegría, pasión y valerosa militancia revolucionaria fueron rasgos muy característicos en él.

Aunque nació en San Juan, Puerto Rico, fue cubano de pura cepa. Su familia se trasladó a la Isla cuando él tenía apenas 5 años, luego de vivir desde los 3 en España. La Habana fue la primera escala del niño Torriente Brau en Cuba.

Primeros pasos en la prensa

De La Habana de 1906, la familia de Pablo de la Torriente Brau volvió a suelo boricua hasta 1909, cuando viajan a El Cristo, en Oriente.

Luego van a Santiago de Cuba, donde el joven estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza. Ya con 18 años, Pablo está de nuevo en La Habana, adonde se mudaron sus padres.

Atraído por el periodismo, trabajó en el diario El Nuevo Mundo y la revista El Veterano, y en 1923 obtuvo un empleo en el bufete de Fernando Ortiz. Allí conoció a Rubén Martínez Villena y surgió una gran amistad entre ambos revolucionarios.

Miembros del Ala Izquierda Estudiantil

Como miembro del Ala Izquierda Estudiantil, tomó parte en protestas contra el machadato y en enero de 1931 fue arrestado y llevado al Castillo del Príncipe. Al salir, Torriente Brau escribió en el diario El Mundo sus reportajes “105 días preso”.

Revolucionario ejemplar

Otro encarcelamiento de Pablo de la Torriente  Brau transcurrió en Isla de Pinos, experiencia que lo llevó a escribir el libro Presidio Modelo, en el cual relató con sentido humano las atrocidades del sistema carcelario machadista.

Intelectual al servicio de la causa de los humildes, y frustrada la revolución del 30, tomó una heroica decisión, luego de escribir: “He tenido una idea maravillosa: me voy a España, a la Revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos”.

En aquel escenario se sintió hombre pleno e hizo discursos en las trincheras que oían conmovidos o exaltados sus compañeros de lucha, y que los fascistas rechazaban con insultos, al carecer de argumentos convincentes.

En la contienda bélica hispana, Pablo de la Torriente Brau fue comisario político y maestro, y más aún, ejemplo de revolucionario.