Por: Gardenia Companioni

El Castillo de Atarés es considerado el mirador natural de La Habana Vieja.

Fue después de la toma de La Habana por los ingleses, que el Conde de Riela -Capitán General de la isla-, contempló crear una trilogía de fortificaciones que cruzara sus fuegos y protegiera la comunicación de la ciudad con los campos vecinos.

El Castillo de Santo Domingo de Atarés fue enclavado en la loma llamada “de Soto”, propiedad de Don Agustín de Sotolongo y Pérez de las Alas, que aseguraba desde la altura meridional de la ciudad la comunicación con otras poblaciones.

Pero el terreno no fue escogido al azar. Durante la invasión inglesa, un capitán de navío improvisó en dicha colina un reducto con 20 piezas, y garantizó la entrada y salida de la ciudad, según relata el historiador Jacobo de la Pezuela en su libro Crónica de Las Antillas.

Castillo de Atarés, hexágono a prueba de todo

El Castillo de Atarés fue la primera fortaleza militar construida por los ingenieros Jorge Abarca y Agustín Crame, como parte del sistema defensivo que los españoles concibieron para proteger a La Habana en el siglo XVIII.

Su perímetro hexagonal posee un amplio cuartel abovedado a prueba de bombas para toda la guarnición, aljibe, almacenes y oficinas; estaba artillado con 26 piezas. Fue nombrado en honor del Conde Ricla, cuyo padre era Conde de Atarés.

Complementa esa fortaleza un camino cubierto terraplenado y una pequeña Plaza de Armas Central, rodeada de construcciones con variados fines y en cuyas azoteas se acondicionaron plataformas para establecer la artillería, así como un foso perimetral.

Esa obra patrimonial ostenta la condición de Monumento Nacional.