La Habana, Cuba. – Una bala terrorista de un gatillo mercenario, en la capital del crimen perforó el pecho martiano. Gesto torpe, infame gesto rematar lo que han matado, lo que no pueden matar porque matarlo es en vano: está más vivo que antes, siempre más resucitado.

No hay tumba que lo aprisione ni que pueda sepultarlo; frente a su eterna memoria, la muerte no puede tanto. Y él no aguarda por enero ni 19 de mayo: se alza de los monumentos, se desentiende del mármol, pues cada día su verbo resulta más necesario, y su ejemplo no se extingue, y su tiempo es más exacto, y precisamos su guía para próximos combates.

No puede estar muerto el hombre del pensamiento más alto en el siglo XIX del entorno americano, aquel que nos inculcó orgullo de ser cubanos.

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