La Habana, Cuba. – Y me convertí en maestro para sentirme creador, siguiendo las enseñanzas de mi maestro mayor, el que me inculcó en sus versos y en su prosa me inculcó que no hay profesión más digna ni de más sublime honor que la del noble maestro y el humilde educador.
Con la prédica martiana como cartilla y farol, marché primero a los montes y fui alfabetizador, luego me hice pedagogo y fue como hallar un sol que iluminara el camino para cumplir mi función, haciendo más placentera la cotidiana labor de infundir conocimientos, conducta y educación.
Ser un maestro es ser guía, padre, modelo, instructor; es completar con la casa la trascendente misión de formar al individuo para que cumpla su rol, y eso demanda sapiencia, pasión, constancia y amor.