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La Habana, Cuba. – Con la apariencia de los caseríos costeros que lame el Mediterráneo: paredes encaladas; angostas subidas; ventanas, puertas y cerámicas en azul; ahí está Tánger. Una de las urbes más complejas y multiculturales de Marruecos.

Desgranada en pueblitos llenos de gente cálida y simple que, al hallarte en la calle, perdida, te ofrecerían ayuda en español, árabe, francés e inglés y sin tiempo de pensarlo, terminarías en sus casas bebiendo té y comiendo aparatosamente.

En Tánger conviven armoniosamente el exotismo del folklore oriental y las maneras europeas, pero aún así, posee identidad propia, moldeada al paso de cientos de culturas, ya sea por la colonización o el temperamento errante, enamoradizo y marinero de sus habitantes.

Tánger despoja a sus visitantes de la prisa, dejándoles tiempo para ver el sol esconderse tras los minaretes; jugar con los chiquillos que te abordan pidiendo caramelos y monedas.

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