La Habana, Cuba. – Larga y blanca como la cola de un traje de novia, la Cascada del Brazal se descuelga desde una cornisa a más de 30 metros de altura, y se precipita en la orilla rocosa del río Palancia, uno de los parajes acuáticos más hipnotizadores de España.

Al lugar lo llaman El Salto de la Novia, y no es por la cascada, sino porque se cuenta que hace muchos años había una costumbre por la que quienes iban a casarse tenían que someterse a una riesgosa ceremonia para asegurar la felicidad y fertilidad del matrimonio, si superaban la prueba.

Poco antes de la boda, acompañados de familiares y amigos, iban a la Cascada del Brazal, y en donde más se estrechaba el río, la novia tendría que cruzar de un salto a la orilla opuesta.

Si lo conseguía, se le auguraba a la pareja una gran dicha, y si no lograba el salto, el matrimonio se consideraba irrealizable o desgraciado, y los novios rompían su compromiso.