Little boy explotó en una ciudad hasta ese momento desconocida de Japón a las 8 y 45 de la mañana del 6 de agosto.

En su onda arrasó con casi el 90 por ciento de los edificios del lugar, convirtiendo en un solar yermo a la tranquila Hiroshima que iniciaba el día ajena a su destino.

La bomba de 3 metros, la primera que cayó en la Nación del Sol Naciente, venía a sellar la rendición japonesa en la Segunda Guerra Mundial a un costo muy alto: 70 mil personas fallecieron al instante en ese día y hasta la actualidad, más de 7 décadas después,  los descendientes de los sobrevivientes padecen en carne propia los efectos de aquella decisión extrema de Estados Unidos, que solo buscaba mostrar su poderío armamentístico luego de que la Unión Soviética lograra el reconocimiento mundial por la derrota fascista en Europa.

Una deuda impagada

Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki fueron los primeros ataques nucleares de la historia y son considerados el acto humano que más muertes ha causado en un menor espacio de tiempo.

Se estima que en ese verano de 1945 murieron en las explosiones más de 200 mil personas aunque es difícil precisar el número total de víctimas a consecuencia de las radiaciones y de sus efectos genéticos.

Japón recordó este jueves el triste acontecimiento con su tradicional ceremonia en el parque de La Paz, con un momento de oración acompañado por el tañido de una campana.

Allí también se alzaron las voces de sobrevivientes de la tragedia, que piden la abolición mundial e inmediata de las armas nucleares para que nunca más se repitan este tipo de sucesos que dejan una deuda con la vida imposible de pagar.