La Habana, Cuba. – Desde mayo último, la COVID-19 dejó de ser una emergencia sanitaria internacional para la Organización Mundial de la Salud, pero advirtió que no por ello dejaría de constituir una amenaza para la salud mundial; de hecho, es hoy un problema sanitario establecido.

En Cuba, todos los modelos de pronósticos reflejan que hay un control de la enfermedad, resultado de la entrega y profesionalidad del personal de la Salud y la comunidad científica, que lograron la obtención de las vacunas nacionales anti-COVID, con las que más de 10 millones de personas están inmunizadas, y hoy es muy baja la morbilidad grave y crítica en el país.

No obstante, se siguen identificando casos positivos, todos correspondientes a la variante Ómicron, razón por la cual se han presentado propuestas de acciones a corto y mediano plazo sobre el seguimiento y vigilancia de la enfermedad.

Vigilancia y rápida respuesta

Tras retomar los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que la COVID-19 es un problema de salud establecido y persistente, e implica que los países deben integrar la vigilancia y respuesta a la enfermedad, la doctora Ileana Morales ha enfatizado en las recomendaciones hechas por la entidad sanitaria para la etapa actual.

La directora de Ciencia e Innovación y Tecnología del Ministerio de Salud Pública citó conservar lo ganado en capacidad nacional y prepararse para eventos futuros, integrar la vacunación contra la COVID-19 a los programas de inmunización a lo largo de la vida y mantener la vigilancia de los agentes patógenos respiratorios.

Agregó que la OMS sugirió prepararse para que se autoricen las vacunas, medios de diagnóstico y tratamientos dentro de los marcos regulatorios nacionales, y trabajar en programas sólidos, resilientes e inclusivos en las comunidades.

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