Por: Yoelvis Lázaro Moreno

Sobran razones para que la cocina cubana sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pues en ella se funden, como en un ajiaco, todas las herencias  de nuestra cultura.

Quien llegó a esta Isla en siglos anteriores trajo consigo costumbres y recetas, y todo eso se integró para gestar lo mejor de nuestro arte culinario. Las elaboraciones típicas que van a la mesa del cubano resultan una mezcla de sabores y olores que vienen de muchas parte del mundo.

Pero se diferencian de cualquier país o región gracias al ingenio con que el cubano ha sabido combinarlas.

De ahí que Gladys Collazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, haya hecho énfasis en más de una ocasión en la importancia que reviste que la cocina cubana esté propuesta para incluirse en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde junio pasado.

Platos y sabores que nos distinguen

Son muchas las exquisiteces culinarias que deleitan nuestro paladar. Y no se trata solo del rico arroz congrí, la carne de cerdo asada, los tostones de plátano y la yuca con mojo.

Si servimos imaginariamente la mesa de nuestros agrados culinarios, seguramente muchas personas abogarán por la ropa vieja, el chilindrón de chivo, la carne con papas y los frijoles negros con arroz blanco.

También pudieran preferir el arroz con pollo, el fricasé de cerdo, el maíz en todas sus variantes y el ajiaco criollo. Para el postre tal vez reservarán los dulces caseros más autóctonos, como los buñuelos en almíbar.

Y es que el cubano es un creador por naturaleza que ha logrado armonizar siempre en la cocina recurso, placer e identidad para hacer lo que se puede, lo que nos gusta y lo que nos identifica como nación, cocinando todos esos ingredientes a la vez.