La Habana, Cuba.- Desde que la representación de la Madre de Jesús la encontraran en la Bahía de Nipe tres obreros con el letrero: “Yo soy la Virgen de la Caridad”, la devoción del pueblo deviene gratitud a quien puede nombrarse virgen del amor.

Carlos Manuel de Céspedes fue al Cobre en 1868, oró por la independencia de la Patria y le presentó sus armas; aunque de manera casual, la bandera de la libertad se cosió con parte del dosel de la Virgen en su hogar de Bayamo.

Concluida la guerra, en el noventa y ocho, Calixto García dispuso que su Estado Mayor celebrara en el santuario el triunfo de Cuba sobre España con una misa a la Virgen Mambisa, como se le nombró en los campos insurrectos.

El 8 de septiembre, Día de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, la virgen se alza cual símbolo de identidad como pueblo, al igual que la palma, la bandera y el escudo de la patria.

La Patrona en la cultura cubana

La Virgen de la Caridad del Cobre está presente en poesías, canciones, refranes, teatro y diversas expresiones culturales en la que muchos autores cubanos quisieron venerarla.

Juan Cristóbal Nápoles le dedicó sentidas estrofas; Hilarión Cabrisas la incluyó en una plegaria; a Emilio Ballagas le inspiró un texto; y Cintio Vitier y Fina García Marruz dejaron prueba de su respeto en varias obras.

En novelas la consagraron Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Lisandro Otero y Senel Paz; y Félix Caignet no solo la puso en boca del personaje Mamá Dolores, sino que declaró que para él era la bandera de Cuba, a la que se reza.

Grandes como Manuel Figueroa, Manuel Corona, Luis Casas Romero, Ernesto Lecuona, Bola de Nieve, Celia Cruz y José María Vitier le homenajearon, y Miguel Matamoros dijo que no quería flores ni estampas, solo la Virgen de la Caridad.