De Sergio González López, El Curita, sus compañeros de clandestinidad estaban seguros que ni con maltratos, golpes y mutilaciones los esbirros lograrían sacar palabra en las estancias de la policía batistiana.

El 18 de marzo de 1958, el combatiente Manuel Blanco lo despidió, porque iba a visitar una casa en el Vedado; a la distancia del tiempo, recordaba la última imagen de El Curita, alejándose vestido de traje de paño azul.

Al día siguiente, el diecinueve, apareció asesinado en el reparto de Altahabana, y no hubo fuerza que hiciera hablar al jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio y organizador de la histórica Noche de las Cien Bombas.

Sí se supo por sus victimarios que en la madrugada fatídica del 19 de marzo, Sergio González López abrió la camisa ensangrentada y gritó: “¡Tiren, tiren que aquí hay un hombre!”

El alerta de Fidel

En el parque cercano al cine Mónaco, Sergio González López, El Curita, el 11 de marzo de 1958, pocos días antes de ser asesinado, se entrevistó con Moisés Sio Wong, quien fue enviado desde la Sierra Maestra por Fidel con la orden de que abandonara la capital y se uniera al Ejército Rebelde.

El Comandante en Jefe divisaba el riesgo que corría y trataba de salvarlo para venideras batallas.

La respuesta fue que permanecería en la capital, un hervidero revolucionario; Faustino Pérez dijo de aquel joven que era el alma organizativa, activista principal, pilar fundamental del Movimiento, y comandaba una de las fuerzas más aguerridas y audaces.

El Curita fue quien imprimió, en su pequeña imprenta en la Plaza del Vapor, una edición clandestina de La historia me absolverá, documento con el que se inició en la propaganda revolucionaria.

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