Víctimas inocentes de una conjura infame, 8 estudiantes de Medicina enfrentaron a los fusileros con la frente en alto y los ojos descubiertos, mientras en sus corazones latía con más fuerza el amor a la tierra donde nacieron.

La injusticia estremeció al mundo. Justamente en el primer aniversario del fusilamiento de Alonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina, Ángel Laborde, Pascual Rodríguez, Augusto de la Torre, Carlos Verdugo y Eladio González, Martí escribió un largo poema titulado: A los hermanos muertos el veintisiete de noviembre.

En él acusa a los gobernadores despóticos por el crimen y muestra cómo las víctimas se convierten en símbolos que serán eternamente recordados.

Drama que caló hondo en Martí

La ira desbordada de los voluntarios que exigían escarmientos llevó a juzgar por segunda vez a los estudiantes. Hostilizados por estos, la justicia colonial elevó de 5 a 8 la cifra de los condenados a muerte.

Tres de los jóvenes fueron elegidos por sorteo: Carlos de la Torre, Eladio González y Carlos Verdugo. Otros 31 recibieron sanciones de 4 a 6 años de privación de libertad, entre ellos, Fermín Valdés Domínguez.

Son bien conocidos los sucesos del cementerio de Espada, que sirvieron de pretexto para encarcelar al primer curso de la carrera de Medicina.

“El odio vil de los voluntarios sigue reclamando víctimas en la tierra querida”, expresó Martí, para quien aquel drama le quedó en el alma para siempre.

Con el candor de la inocencia

Es histórica la defensa del pundonoroso oficial español Federico de Capdevila, y valerosa la palabra del profesor Domingo Fernández Cubas, que sostuvo la inocencia de sus alumnos.

Al conocer la terrible sentencia que caía sobre los 8 estudiantes de Medicina, el capitán Capdevilla quebró su sable en rechazo al crimen.

Horas después, en la explanada de La Punta, comenzaron las ejecuciones. La fecha: 27 de noviembre de 1871. ”Murieron con la poesía de la niñez y el candor de la inocencia…”, dijo Martí al conocer del hecho.

Un año después escribiría: “Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe; ¡empieza, al fin, con el morir, la vida!”.