La Habana, Cuba. – Han pasado 44 años y aún sobrecoge escuchar aquellas palabras llenas de dramatismo, cuando la torre de control del aeropuerto de Seawell, en Barbados, recibe un llamado de emergencia de un avión cubano que apenas 8 minutos antes había despegado de allí.

Primero, una explosión en el área de los pasajeros. Luego otra, en el baño. Los esfuerzos heroicos del capitán Wilfredo Pérez y su copiloto Miguel Espinosa por controlar la aeronave y hacerla regresar, fueron infructuosos.

El avión se precipitó al mar muy cerca de las costas barbadenses, con 73 personas a bordo: 57cubanos, 11 guyaneses, 5 norcoreanos.

Aquella catástrofe aérea fue provocada por un sabotaje perpetrado por terroristas al servicio de la CIA, en su enfermizo afán por golpear y tratar de intimidar a la Revolución Cubana. Fue uno de los actos más brutales en su lista de agresiones.

No habrá olvido

Escenas de inmenso dolor vivió Cuba cuando el 6 de octubre de 1976 un avión comercial fue destruido en pleno vuelo. Entre sus pasajeros, jóvenes esgrimistas que regresaban a la Patria con sus medallas de oro.

En la Plaza de la Revolución José Martí más de un millón de cubanos les dieron emocionada y simbólica despedida a las víctimas de aquel acto de terrorismo, uno de los más abominables de cuantos ha sufrido nuestro pueblo.

Ése que -enérgico y viril- como dijo Fidel entonces, multiplicó el dolor, lloró e hizo temblar a la injusticia. Ése que jamás olvidará el crimen de Barbados, ni perdonará a sus autores y los cómplices de su impunidad en Estados Unidos. Sigue siendo una herida abierta.

Este Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado honra la memoria de aquellos y muchos otros cubanos a quienes troncharon sus sueños y sus vidas.